Querido
psicópata,
¡Te escribo para desear-ME Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!
Estas son las primeras navidades, en mucho tiempo, que disfruto en calma
gracias a tu ausencia. Muchas fueron las que pasé sumida en la tristeza porque
desaparecías amparándote en una discusión que tú provocabas y de la que a mí me
culpabas. Muchas otras otras fueron las que estuve a merced de una montaña rusa
de emociones a causa de tus falsas promesas, fingidos deseos de estar a mi
lado, disculpas constantes, interminables mentiras con las que justificar lo
injustificable: tu falta de tiempo.
Ansiedad y frustración, ilusiones hundidas de un manotazo. Ese era el
regalo que cada año envolvías y dejabas debajo de mi árbol de Navidad.
Tus mensajes de texto eran constantes, interminables. Repletos de falsos
"te quiero", reviviendo ilusiones para inmediatamente después
hundirme con decepciones. Así manejabas los hilos de esta marioneta tuya que no
hacía otra cosa que echarte de menos y sentirse culpable por ello. Así me
enviabas a un abismo y me aislabas del mundo. No me permitía sentir ni penas ni
alegrías. Solo soñaba con el momento de volver a verte, ajena a un presente que
se me escapaba sin vivirlo.
Y mientras tú, desde la distancia, sin renunciar a nada ni a nadie, seguías
con tu fiesta, intuyendo y disfrutando mi desdicha, saboreando tu
victoria.
Hoy desde aquí y a pesar de todo también quiero felicitarte el Año Nuevo,
porque no puedo desearte mal alguno a pesar de tus esfuerzos. Y me alegro por
ello, es señal de que poco a poco voy superándote y mejor aún, que no me has
cambiado. Espero de corazón que encuentres esa felicidad que tanto anhelas;
quizás así, por fin, dejes de buscarla destruyendo a otras víctimas.
Ojalá.
No fui culpable de lo que me hiciste, pero sí responsable de consentirlo.
Afortunadamente ya es pasado. Ahora me responsabilizo de vivir mi presente. De
reconstruir mi autoestima. De volver a quererme. De resurgir al mundo. De
rodearme y disfrutar de amigos y familiares. De volver a sonreír, con esperanza
y alegría. De llenar mi árbol de Navidad de ilusión, sueños y proyectos.
Hasta siempre o hasta nunca.